Cuentos de
mi abuelo (serie)
LOS
DOS LOBOS (cuento)
…me cogió de la mano y empezamos a caminar. Como de
costumbre, mi abuelo se apoyaba en el bastón y en mí. No era tonto pues de esta
manera contaba con sus fuerzas, aunque fuesen pocas, con las del bastón y con
las mías. ¡Qué astuto era! No sabría decir por qué pero esta tarde lo veía con
ganas de enseñarme algo de capital importancia. Cuando ya llevábamos un buen
trecho del camino habitual realizado, yo, más fuerte que él pero más cansadizo,
le dije:
- Abuelo, me estoy cansando un poco
y creo que deberíamos descansar, de esta forma ganaríamos tiempo, fuerzas y
contemplaríamos el paisaje en toda su belleza. Siempre atento a mis deseos, mi
viejo cascarrabias se sentó sobre una margen suficientemente cómoda para
descansar entrambos. Mientras contemplábamos la Naturaleza, yo me sentí un
tanto cansado y me recliné un poco posando mi cabeza sobre sus muslos. Me entró
un sopor que no os quiero ni contar. Estando en estas, mi viejo maestro me
dijo:
- ¿Oyes, Horacio?
- No oigo nada, le contesté.
Entonces él me dijo:
- Pues estate atento, no pierdas
detalle y escucha.
Entonces oí cómo unos lobos aullaban y sus
aullidos simulando lamentos o amenazas se me clavaban en mi interior como si
esos lobos quisieran decirme algo. Entonces mi sabio viejo me dijo:
- Horacio, esos aullidos que
escuchas es que los lobos están librando una batalla feroz pero no entre ellos
sino cada uno consigo mismo. Muchas cosas de las que me hablaba mi abuelo yo no
las entendía pero entonces él, para no hacerse cansado y evitar aburrirme, me decía:
- Chiquillo, no penes que cuando se
te caiga el pelo, ya lo entenderás. Lógicamente me quería decir cuando fuese
mayor
Entonces yo le dije:
- Abuelo, no entiendo nada. Cómo
puede un lobo pelearse consigo mismo, cómo se va a morder a sí mismo, tienes
unas cosas…
- Mira nietecico, la batalla de la
que te hablo se está librando en cada persona porque cada uno de nosotros
llevamos dentro dos lobos.
- Ahora te entiendo menos, le dije.
Yo no llevo ningún lobo dentro de mí. En mi interior sólo están las tripas, el
corazón y otras cosas que tú sabes. No me cantes milongas, abuelo. Entonces, él
con la paciencia que solía usar conmigo me dijo:
- Calla y escucha atentamente, rapaz.
No pierdas detalle
Dentro de cada persona hay dos lobos, uno malo y otro
bueno.
El lobo malo es muy
malvado y está lleno de ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia,
venganza, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, complejo de
inferioridad, mentiras, falsedades,
orgullo, rapiña, complejo de superioridad y no sé cuántas cosas más a
cuál de ellas peor.
El lobo bueno está rebosante
de cosas buenas tales como alegría, paz, amor, esperanza, comprensión,
humildad, bondad, benevolencia, generosidad, compasión, fe, ilusión, amor y
respeto a los otros.
Entonces yo, salí de mi mutismo y volví a la carga
preguntando a mi abuelo para ver si lo ponía en un aprieto.
- Abuelo, en
esa lucha que dices tan feroz, ¿cuál de los dos lobos ganará la pelea?
Entonces mi viejo, a quien no gustaban las prisas
cuando parlamentaba, me dijo:
- Horacio,
de esos dos lobos que tú llevas dentro de ti, ganará aquel al que tú mejor
alimentes.
Con
tanto lobo y tanta lucha, sentí un escalofrío, me estremecí, sentí como un
sudor frío, di un salto intentando escaparme de los lobos y entonces mi abuelo
se sacó un pañuelo del bolsillo, me limpió el sudor y me dijo:
- Horacio,
¿qué estabas soñando?
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